tiempo el museógrafo dirigía el Centro Cultural Banamex y por tener firmado un compromiso con esta institución no pudo aceptar lo que Cuevas le propuso desde un principio: “que fuera el Director del Museo Cuevas”, que en este momento era tan sólo un proyecto, ya que aun no se había encontrado el lugar apropiado para albergar la enorme colección.
Cuevas, en compañía de Fernando Gamboa y otros amigos, recorrían el Centro de la Ciudad en busca del lugar apropiado. En algún momento pensaron en un viejo edificio donde Venegas Arroyo tuvo una imprenta, en la que trabajó durante muchos años José Guadalupe Posada. Desde el punto de vista histórico la idea parecía buena, pero el lugar donde Posada realizó la mayoría de sus grabados en madera resultaba demasiado pequeño. Así que tuvieron que desistir porque la colección de Cuevas requería de un mayor espacio y dado que el museo requería de varias salas.
Por haber nacido Cuevas en el Centro de la Ciudad insistía en encontrar un inmueble que estuviera en un lugar próximo al barrio donde transcurrieron sus primeros años de vida. Gamboa con esa visión del futuro que le caracterizaba no estaba de acuerdo en que el museo estuviera en el Centro, porque ya entonces empezaba a ser invadido por el ambulantaje. Después de su largo peregrinaje, al que también asistían intelectuales de la talla de Octavio Paz, Fernando Benítez, Pepe Iturriaga y Salvador Vázquez Araujo, quien era el encargado de encontrar el inmueble, finalmente se encontró un viejo edificio en ruinas, muy cerca de la Academia de San Carlos, Cuevas pensó que sería el lugar adecuado, aunque requería de un gran trabajo de restauración desde el principio.
Dos Presidentes de México aceptaron la creación del museo, ellos fueron Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, con quienes Cuevas mantenía una gran amistad. El Regente Ramón Aguirre Velásquez también aceptó el proyecto y se reubicó a aquellos que habitaban en vecindades miserables y en un depósito de telas. A pesar de estos inconvenientes Cuevas y Salvador Vázquez Araujo insistieron que ese sería un lugar adecuado, aunque requeriría de todo un equipo de arquitectos que llevaran a cabo un trabajo titánico para convertir al andrajoso edificio en un museo del Siglo XX.
Cuevas en alguna entrevista que se le hizo recordó que siendo muy joven caminaba por las calles de Academia y Moneda con la curiosidad que despertaba en él, todo aquello que fuera aledaño a las más antigua escuela de arte que tuvo México. Evocaba dos cosas importantes: que muchas de las prostitutas que ejercían su trabajo muy cerca de la calle de Academia en busca de clientela y también tuvo el recuerdo de esos tiempos de infancia.
Una vez terminada la restauración del museo, se inaugura el 8 de julio de 1992, en cuyo centro del patio Cuevas había realizado una escultura en bronce de 8 metros de alto y con un peso de 8 toneladas, conocida como La giganta o El gigante, porque según dijo Cuevas se había inspirado en dos poemas notables La giganta de Baudelaire y La giganta del veracruzano Salvador Díaz Mirón.
Beatriz del Carmen Cuevas
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